SOLEDAD

Giraba como un derviche, voltaba y voltaba, sin eje ni compás, mi corazón brincaba de flor en flor, y a cada estación una abeja me enseñaba su aguijón. Y giraba y giraba, sentía que todo me daba la espalda, y de tanto girar, me caí mareada. Todo seguía dando vueltas a mi alrededor, por un momento, lo único que se hizo presente fue mi respiración. Después de unos minutos boca abajo, empecé a oír los latidos de mi corazón, bombeando sin parar, me recosté y suavemente me levanté, me quedé sentada en una posición meditativa por un buen rato, el calor iba aumentando y la presencia se iba llenando. Un poco dolorida y removida, la paz se iba adentrando y la cabeza serenando. Así mi centro recobré y volví hacia aquel prado encantado, atravesé el campo de flores y sentí una acuarela de olores hasta llegar al lago, me alcé en la roca y me tiré de cabeza, me sumergí envuelta en burbujas de agua, abrí los ojos y volté y volté, dejando un remolino en mis pies. Saqué la cabeza a la superficie, miré el cielo azul y, por fin, respiré.

1 comentario:

allan dijo...

ay ay ay.... como me tocas fondo..... uffffffff...