EXPECTATIVAS

... En un experimento psicológico que merece ser mucho más difundido, Bruner y Postman pidieron a sus sujetos experimentales que identificaran una serie de naipes por medio de exposiciones cortas y controladas. Muchas cartas eran normales, pero algunas eran anormales, por ejemplo, un seis rojo de espadas y un cuatro negro de corazones. En cada serie experimental se expuso una sola carta a un mismo sujeto en una serie de exposiciones cada vez más prolongadas. Luego de cada exposición se le preguntaba al sujeto qué había visto, y la serie se terminaba luego de dos identificaciones correctas.

Incluso en el caso de las exposiciones más breves, muchos sujetos identificaban la mayoría de las cartas, y luego de un pequeño aumento en el tiempo de exposición, todos los sujetos identificaban todas las cartas. Las cartas normales eran generalmente identificables correctamente, pero las cartas anormales eran también identificadas casi siempre, sin titubeos ni perplejidad, como normales. El cuatro negro de corazón podía ser identificado, por ejemplo, como el cuatro ya sea de espadas o de corazones. Sin percatarse del problema, eran ubicadas inmediatamente dentro de una de la categorías preparadas por la experiencia previa. Ni siquiera admitían haber visto algo distinto de lo identificado.

Ante una exposición mayor de las cartas anormales, los sujetos comenzaban a titubear y a mostrar cierta conciencia de anomalía. Por ejemplo, expuestos ante el seis rojo de espadas, decían algo así: “¡Cómo, ese es el seis de espadas, pero tiene algo raro; el negro tiene un borde rojo!”. A mayor tiempo de exposición, había aún más titubeos y confusión, hasta que finalmente, y a veces en forma bastante imprevista, la mayoría de los sujetos hacía la identificación en forma correcta, sin titubeos.

Una vez hecho esto con dos o tres cartas anómalas, tenían poca dificultad para identificar las demás cartas anómalas. Sin embargo, unos cuantos sujetos jamás pudieron hacer el ajuste requerido de sus categorías. Incluso sometidos a períodos de exposición cuarenta veces más largos que el promedio normal para el reconocimiento de las cartas normales, más del 10% de las cartas anormales no eran reconocidas como tales. Y los sujetos que fracasaban incluso en estas condiciones muchas veces reaccionaban con bastante angustia.

Uno de ellos exclamó: “No puedo hacerlas calzar. Ni siquiera parecía un naipe. Ya no sé de que color es, ni tampoco si se trata de una espada o un corazón. ¡Dios mío!.

Bandler, R. & Grinder, J. (1980). La Estructura de la Magia. Vol. 1. Ed. Cuatro Vientos. pp. 37

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