Cielo, hoy me has abierto tu alma y estoy con el corazón batiendo a mil por hora. Rastreo, y no siento ni miedo, ni tristeza, ni dolor con tus palabras. Lo que siento es más que nunca mi fuerza y mi valor, que quieren salir de las membranas, para ser tomadas por alguien que hoy las necesita.
Pongo la fuerza y el valor con suavidad en una caja de cartón de colores apastelados, la envuelvo con un enorme lazo rojo, bien bonito, parece delicado pero es firme también. Soplo con determinación, para que vuele y entre por tu habitación, y te susurra al oído; este es mi regalo para ti, mi cielo, hoy.
La fuerza y el valor me acompañaron largo tiempo, en un viaje, que no tuvo retorno. Aprendí a confiar en ellas, después de muchas millas recorridas juntas. ¡Tonta!, si os hubiera escuchado antes, quizás hubiera caminado igual, pero me habría divertido mucho trotando juntas.
Recuerdo, vagamente, que al empezar este largo viaje, mis piernas desfallecían, las lágrimas caían como las de un niño abandonado en el patio de un colegio. Miraba alrededor y ya a nadie reconocía, corría y corría, tratando de que alguien me dijera a dónde ir.
Y mi cuerpo latía, pero yo no atendía, estaba más ocupada dirigiéndome hacia ningún lugar, que en escuchar lo que mi alma me pedía. Lo que no sabía es que de esta aventura jamás volvería. Mientras, ella, paciente esperaba a que yo despertara.
Lo que me encontraría serían dudas para poder decidir, confusiones para poder descubrir, y errores para poder aprender. Y cuando parecía que nada más podía perder, ¡ja!, entoces ahí lo perdí todo de vez. Y sin nada, agotada, caí al suelo y grité: ¡toma, ya soy tuya!
Y así fue como me entregué y, sin mucha alternativa, confié. Aprendí a preguntar, a observar y, sobretodo, a escuchar, poco después empecé de nuevo a caminar. Hacía unos años hubiera rogado que me dijeran qué hacer, hoy sólo doy las gracias, una y otra vez, por dejarme escoger. Y acepté que la forma de la Vida no tiene guión, pero que con un poco de quietud, puedes escucharla cantando tu canción.
¿Es mejor este camino que el que dejé?, hasta hoy no lo sé, y creo que nunca lo sabré. Pero este es mi camino, y de él me enamoré. Y como mío, libre es, ligero vuela y tranquilo se queda.
¡Te mando un guiño con alegría y lleno de vida!
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